Ellos se dieron cuenta de mi presencia y pude apreciar su enorme hocico por la reja, y también me empezaron a ladrar pero fueron tan fuertes sus ladridos que me quedé paralizada del susto y se me erizaron los pelos de toda mi raya negra desde la cabeza a la cola.
Afortunadamente Arturo acudió a mi rescate, aunque sudó la gota gorda, ya que los perrotes asomaban medio cuerpo por la reja, y nos metimos a la casa hasta que se fueron.
No entiendo por qué los dueños de perros, sean de la raza que sean, los dejan salir solos a hacer sus necesidades, cualquier perro necesita supervisión aunque esté muy bien entrenado; aunque recuerde el camino a casa o no ataque a la gente, siempre tienen un riesgo, tanto para ellos como para los demás.
Finalmente todo quedó en una anécdota y han podido comprobar una de característica de mi comportamiento:
"Es muy valiente, su pequeño tamaño no le impide enfrentarse o defenderse de perros más grandes".
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